El maridaje de los vinos para postres es una tendencia que busca potenciar nuestros platos a través de la unión de dos viejos conocidos, la comida y el vino. Esta fusión, que viene de antaño, se está consolidando cada vez más hoy en día, y consigue crear combinaciones exquisitas, extravagantes y sorprendentes.

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El postre: algo más que el final de una comida

Siempre se ha dicho que una comida puede transformarse en toda una experiencia si finaliza con un buen postre. Esta costumbre, que según los historiadores hemos heredado de la Antigua Roma, puede ser el momento cumbre de cualquier plato y salvar un menú que sepa a poco. En la época, los antiguos pobladores de Roma, intercalaban las suntuosas recetas saladas de sus banquetes con pequeñas porciones de pan con miel y frutas, creando un puente entre un plato fuerte y otro. En nuestro tiempo, este hábito ha evolucionado, pasando a convertirse en el punto final, y más esperado por los comensales.

El postre es algo más que ese detalle dulce al final de una comida. Es una costumbre que, contrariamente a lo que se suele pensar, contribuye a darle un mayor equilibrio y, por tanto, a una alimentación más saludable. Se ha demostrado que aquellas personas con este hábito, tienen menos tendencia a picar entre horas y mantener una dieta más sana y variada.

Maridar es crear

Hablar de maridaje es hablar de creación. El hecho de buscar las mejores alianzas entre comidas y bebidas es una tendencia gastronómica que invita al comensal a potenciar sabores que siendo agradables por separado, juntos toman un cariz todavía más interesante.

Si bien se pueden maridar las comidas con distintos tipos de bebidas, lo más habitual es hacerlo con vino. Este fermento milenario es, para la mayoría de gastronómicos, el compañero ideal de un buen plato, ya que puede potenciar y equilibrar los más diversos gustos, incluyendo sin duda los dulces.

La clave del maridaje es la armonía. Hay que tener presente que un sabor no debería eclipsar ni sobrepasar al otro, y que ambos tienen que conservar todos sus matices.

Vinos para postres: una copa al final nunca está de más

El maridaje es una práctica que se extiende a lo largo de toda la experiencia gastronómica, desde los entrantes, pasando por el plato fuerte, y por supuesto el bocado dulce. Como sabemos, encontramos multitud de vinos para postres: blancos, rosados, espumosos y tintos. Cada uno con sus características y por tanto, con sus posibilidades de acompañamiento.

Existen parejas que son en sí mismas un clásico, como el tinto y las carnes rojas o el blanco y el marisco. En el caso del vino para acompañar postres, sucede algo similar: hay combinaciones recomendadas para el plato final de una comida.

A continuación te comentamos algunos consejos clave que debemos tener en cuenta para elegir el vino que mejor acompañe a cada postre:

  • El grado de intensidad de los sabores. Como hemos comentado, todo es cuestión de armonía. Si los sabores que componen nuestro postre son fuertes, deben ir acompañados de un vino de similar intensidad. Por ejemplo, una receta a base de chocolate amargo va muy bien con un tinto con carácter.
  • Tengamos en cuenta la acidez. Los vinos con una acidez elevada suelen ir muy bien con postres a base de frutas de acidez natural.
  • Dulzor en el vino. Cuando maridamos no buscamos entablar una competencia entre sus niveles de dulzor, sino más bien lograr que los azúcares en el vino complementen, equilibren o potencien nuestro postre. La corriente clásica del maridaje propone que el dulzor del vino debe ser igual o superior al del plato que acompaña.

Cada postre su vino

Desde la óptica del maridaje tradicional existen algunos postres que tienen a su compañero, de cierta manera, preseleccionado. A continuación te damos algunos ejemplos:

  • Los postres con toques ácidos van muy bien con un vino blanco semidulce (como nuestro Diamante Semidulce), pero si hablamos de frutos rojos, su mejor acompañante puede ser un rosado con un buen nivel de dulzor. En este caso, te recomendamos probar nuestro Diamante Rosado Semidulce.
  • Si el cierre dulce de tu cena está compuesto por chocolate, en especial amargo, su mejor aliado puede ser un tinto suave.
  • Cuando apostamos por postres cremosos, es recomendable acompañarlos con vinos de tipo espumoso.

Nuestros invitados a la mesa

Nos tomamos en serio la experiencia de compartir una buena comida en la mesa, por eso no podíamos dejar de recomendarte nuestros candidatos para el papel protagonista de estos vinos para postres. 

Diamante Blanco Semidulce

Nuestro Diamante Blanco Semidulce es un vino de color amarillo pajizo suave y untoso en boca, dejando en nariz notas florales y fruta madura. Una propuesta ideal para postres frescos, en especial aquellos con toques ácidos.

 

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Diamante de Graciela

Te invitamos a conocer un vino añejo envejecido en barrica de roble americano, de color amarillo pajizo y tono dorado: el Diamante de Graciela. Es un vino intenso en nariz y de una gran complejidad, resaltando sus matices de manzana reineta y anisados. En boca destaca por ser equilibrado, sabroso y untuoso.

El vino nos une

Cuando pensamos en los vinos para postres y nos tomamos el tiempo de seleccionarlos, estamos valorando la importancia que tiene el rito de sentarnos a la mesa. Hablamos de compartir, no solo los sabores y aromas de una buena comida, sino las conversaciones, momentos y futuros recuerdos entre amigos y familia. Porque la mesa nos encuentra y el vino nos une.

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Bodegas Franco-Españolas

Bodegas Franco-Españolas es una de las grandes bodegas de Rioja. Con nuestros 125 años de historia, continuamos siendo un referente a la hora de hablar sobre el mundo del vino.