Cuando estamos sentados a la mesa, tenemos ante nosotros una lista de vinos y hay que decidir cuál es mejor para acompañar la comida, surgen las dudas. ¿En qué consisten los diferentes tipos de vino? ¿Qué características tiene cada uno? Crianza, textura, aromas…Son palabras que nos suenan, pero a las que puede que no les pongamos cara. Pues paso a paso.

Para empezar, siempre tiene que darse una fermentación, es decir, un proceso largo por el que el líquido que sale de la uva va cambiando sus características, va adquiriendo alcohol y pierde también parte de su acidez. En función de la cepa -tipo de uva– que se utiliza, del tiempo de fermentación y de en qué recipiente se realiza este proceso, se puede obtener un tipo de vino u otro.

Los tintos

El color característico de esta bebida, que va del púrpura al rojo pálido o rubí, proviene de las uvas con las que se elabora, que son rojas o azuladas, y de la temperatura de fermentación, que está alrededor de los 25ºC. El tanino es lo que le aporta también la uva al vino tinto, a diferencia del blanco. Todo eso nos da muchas pistas sobré qué tenemos en el vaso.

Dentro de esta familia se suelen diferenciar, en general, cinco tipos de vino: Joven, Roble, Crianza, Reserva y Gran Reserva.

Los vinos Crianza son los que más bebemos en nuestro país, y se suelen elaborar con uvas Tempranillo, Graciano, Merlot, Cabernet Sauvignon o Garnacha. La crianza se lleva a cabo en barricas de madera y ese tiempo es el que le otorga a la bebida unos tonos más oscuros e intensos, rojo burdeos y granate. Hace, también, que en el aroma acaben destacando más las especias, maderas o minerales.

Pero una vez tenemos eso en mente, falta el siguiente paso: ¿cuál es el maridaje perfecto? Es bueno saber que los vinos Crianza suelen armonizar bien con platos de embutidos, arroces, hortalizas, legumbres, carnes estofadas, cordero, asados de aves, quesos semicurados o pescados ricos en grasas y pescados azules.

Si buscamos un vino Crianza de referencia que nos ayude a potenciar el sabor de los platos que hemos comentado anteriormente, una opción inmejorable la encontramos en el vino Bordón Crianza de las Bodegas Franco-Españolas. Un vino D.O. Calificada Rioja, de sabor suave y elegante elaborado a partir de uva tempranillo y garnacha tinta.

Los tintos jóvenes, en cambio, no suelen fermentarse en barrica de madera y sus aromas son afrutados y florales, más ligeros. Aunque para la elaboración sí que se usan algunos tipos de uvas que también se utilizan en el caso de los Crianza. Un consejo: los tintos jóvenes tienen que beberse durante su primer año de vida. Y son un buen acompañamiento para guisos de legumbres, muchas recetas de bacalao, guisos de carne, cordero o quesos semicurados.

La clave de los que se denominan Reserva es que su periodo de crianza es de 36 meses como mínimo y son, de alguna manera, el siguiente escalón tras los Crianza. Además, tienen otro rasgo distintivo, el bouquet: el aroma de los vinos viejos. Para distinguirlos, se puede observar el color, que al envejecer se torna más amarillento, o percibir el aroma nada floral ni afrutado. Lo ideal es combinarlos con arroces, setas, legumbres, cordero asado, carnes rojas y blancas asadas, cerdo, piezas de caza y quesos curados y azules. Además, hay que tener en cuenta que lo óptimo para sacarles el máximo partido es consumirlos a una temperatura de entre 16º y 19º. El Bordón Reserva o el Bárbaro Reserva pueden resultar una buena manera de sugergirnos en la cultura de los vinos Reserva D.O. Rioja.

Después nos encontramos con los vinos los Gran Reserva, que se diferencian de los anteriores porque pasan el doble de tiempo en barrica de madera de roble y en botella. Eso les aporta una mejora respecto a los Reserva, aunque el resto de características se asemejan bastante. En este caso, si nos gustan los vinos complejos y finos, decantarse por un Bordón Gran Reserva es una buena elección.

Finalmente, están los vinos Roble, que son un punto medio entre los jóvenes y los crianza. Es decir, son afrutados pero también tienen un toque de madera. Para los que están empezando a entrar en este mundo, resultan una buena opción ya que no son excesivamente caros, pero son buenos, y son fáciles para un paladar inexperto. Además, sirven de comodín, ya que armonizan bien con todo tipo de comidas.

Los rosados

Se podría decir que están a medio camino entre los tintos y los blancos, que tienen parte de unos y parte de otros. Para empezar, su color, que se lo da el tipo de elaboración -que requiere de mucha tecnología- y la uva con la que están hechos. Después su sabor, más ligero que los tintos y con un aroma afrutado y floral. Aunque, por otro lado, poseen más cuerpo que los blancos.

Deben consumirse a una temperatura más baja que los tintos, pero más elevada que los blancos: entre 9 y 12 ºC.

Son una buena elección para acompañar arroces, tapas, escabeche de pescado, charcutería, sopas de pescado, pastas y carnes no muy condimentadas. Si tenemos curiosidad por descubrir los matices y sabores de este tipo de vinos, el Bordón Rosado es una buena manera de adentrarnos en materia.

Los blancos

Finalmente, llegamos a los blancos. Para estos se utiliza uva blanca -las más conocidas son Verjdejo, Albariño, Malvasía, Macabeo o Parellada- y se separa la piel, fermentando así solo el mosto -antes de que la bebida adquiera alcohol.

Puede tratarse de vinos secos o semisecos y lo que varía entre ellos es, principalmente, la concentración de azúcar. Son vinos aromáticos, florales u afrutados, y ligeros. Un buen consejo es beberlos a una temperatura de entre 7 y 9ºC y suelen maridar bien con pescados, cremas o sopas, patés y quesos. El Diamante Verdejo, ideal para disfrutar entre amigos, no defrauda a los amantes de este tipo de vino.