Conoció España en una de las épocas más felices de su vida y fue amor a primera vista. Se quedó completamente prendado y no paró de volver y de inspirarse en sus habitantes, sus tradiciones y sus paisajes para escribir varias de sus novelas. Ernest Hemingway era, por aquel entonces, un joven de 24 años, se había casado con su primera esposa, Hadley Richardson, y vivían en París –una experiencia que le serviría para crear, muchos años más tarde, su famosa novela París era una fiesta. Trabajaba como corresponsal del Toronto Star y las posibilidades de aventuras que veía por delante eran infinitas. Así que un día de julio de 1923 cruzó la frontera y se plantó en Pamplona, a tiempo para los Sanfermines.

En este año es cuando publica su primer artículo sobre esta ciudad en el Toronto Star Weekly en el que describe las fiestas de San Fermín como “calles con la locura de un carnaval. Loco remolino carnavalesco. Ningún carnaval puede compararse con estas fiestas. Pamplona es el lugar más divertido que jamás se haya visto”.

Se quedó tan encantado con los encierros y el ambiente, que volvió en 1924 y en 1925, puesto que era un amante de las emociones fuertes, de vivir siempre al límite. Y de aquello, que le marcó increíblemente, en 1925 salió su primer gran libro, The sun also rises, traducido como Fiesta, que revisó su gran amigo Scott Fitzgerald.

Para Hemingway “el vino es una de las cosas más civilizadas en el mundo y una de las más naturales del mundo, que ha sido traída para ser la mayor perfección y ofrece un amplio rango para el disfrute y la apreciación, más que, probablemente, ninguna otra cosa puramente sensorial”.

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Como buen apasionado del vino, Hemingway muchos años después pisó La Rioja, acompañado de Mary Welsh, su cuarta esposa y también periodista –a quien conoció cuando coincidieron como corresponsales durante la Segunda Guerra Mundial-, míster Rupert Belleville, aviador británico de la RAF, y Juanito Quintana, hotelero pamplonés. Peinaba canas, ya había sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura y había participado como corresponsal en la Guerra Civil española. Pero su pasión por las corridas de toros, la fiesta y el vino –sobre todo el Rioja- seguía intacta, ardiendo dentro de él. Por eso acudió a Logroño en 1956, para ver torear a su adorado Antonio Ordónez. Con Ordóñez le unía tal amistad que hasta cuando el torero se dirigía al escritor le llamaba ‘papá Ernesto’. De hecho, sobre la rivalidad en el ruedo entre Ordónez y Luis Miguel Dominguín escribiría El verano peligroso, un tiempo después de esta visita a Logroño.

Para sacarle el máximo jugo a su estancia en tierras riojanas, decidió conocer las Bodegas Franco-Españolas, a orillas del Ebro, que ya por aquel entonces contaban con más de medio siglo de historia. Fundadas en 1890, y con los vinos estrella que Hemingway cataría en aquel momento; el Diamante, el Royal y el Rioja Bordón.

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Para Hemingway aquel recorrido resultaba una delicia, era puro placer. De hecho es famosa su frase: “El vino es una de las cosas más civilizadas en el mundo y una de las más naturales del mundo, que ha sido traída para ser la mayor perfección y ofrece un amplio rango para el disfrute y la apreciación, más que, probablemente, ninguna otra cosa puramente sensorial”. Así que, junto con su querido Ordónez, siguió la ruta de bodegas también por otros rincones de La Rioja, como Haro y Ollauri.

Era aquel ya uno de los últimos viajes que realizaba por una tierra que había recorrido innumerables veces y que se había convertido en una de sus patrias, además de Cuba y Cayo Hueso. Y lo disfrutó mientras pudo, porque poco después, un médico de Madrid le diagnosticaba inflamación del hígado e hipertensión arterial –tenía ya cerca de 60 años– y le recomendaba una dieta baja en alcohol en la que se mantenía una copa al día como algo saludable. Se lo contaba el escritor a su amigo poeta Archie MacLeish en una carta reproducida en El viaje a Echo Spring, de Olivia Laing: “Ahora me han limitado a un vaso de vino con la cena”. Algo que le apenaba, porque conocida es también la frase: “Lo único que lamento en la vida es no haber bebido más vino”.

Por lo menos tanto él como su esposa Mary Welsh se llevaron un gran recuerdo de aquellos días por La Rioja, de las visitas, la comida, la bebida y el encanto de esas tierras que a tantos han cautivado.

Bodegas Franco-Españolas

Bodegas Franco-Españolas es una de las grandes bodegas de Rioja. Con nuestros 125 años de historia, continuamos siendo un referente a la hora de hablar sobre el mundo del vino.

2 Comentarios

  • Ricardo Koon dice:

    Estimados amigos.

    Estuve en Logroño en marzo 1976, visitando la ciudad y la bodega. Y me ha decepcionado no encontrar las fotos de la visita de Hemingway, que recien puedo ver en vuestro blog.
    Si serían amables, podrian decirme quien es el segundo hombre desde la izquierda, en el grupo de seis personas parados frente a la bodega.
    Muchas gracias.

  • Bodegas Franco-Españolas dice:

    Hola Ricardo, en la Bodega tenemos varias fotos de Hemingway durante el recorrido. En la zona de cepas prefiloxéricas hay una foto de él realizada en el Puente de hierro y la misma foto que se puede ver en este post. Y en la Sala de Los Arcos tenemos más fotos. En cuanto al hombre por el que nos preguntas, ¿te refieres al que está al lado de Ernest Hemingway? Es Antonio Ordóñez.
    Saludos,