1. Equipos inolvidables
Más allá de que acaben levantando la copa o se queden a las puertas del éxito, hay equipos que permanecen en nuestra memoria eternamente, impasibles frente al paso del tiempo. Puede que sea por su juego, por los futbolistas que conformaban la plantilla o por el hombre que les dirigía desde el banquillo. La cuestión es que los 70 nos dejaron algunos de los equipos más legendarios de la historia de este deporte. Cómo no recordar a aquella Naranja Mecánica que supuso una evolución en cuanto a tácticas, sistemas, trato de balón y presión asfixiante; o a la Brasil que dejó embobado al planeta fútbol con esa alegría con la que conquistaron la Copa del Mundo en México’70 con el jogo bonito y la fantasía como bases de su estilo de juego. La Lazio de las pistolas, los temibles Bayern y Ajax y sus respectivas tres Copas de Europa, el Saint-Ettiene de mediados de década… Equipos para la historia.
2. Mitos
Si hubo equipos que nos maravillaron en los 70, hay futbolistas que tampoco se quedan cortos. De hecho, incluso algunos trascendieron más de lo que lo hicieron sus plantillas. Hablar de aquella década es hablar de los años en que Johan Cruyff revivió a un Barcelona en trance y coleccionó Copas de Europa con el Ajax como nunca antes se había visto en Holanda. También hablar de los 70 es hablar de la posición del líbero y, entonces, todas las miradas conducen hacia un Franz Beckenbauer que enalteció una demarcación que hace tiempo que pasó a mejor vida. La lista es interminable: George Best, Gerd Müller, Oleg Blojín, Kevin Keegan, todos héroes inolvidables de otro tiempo.
3. Looks retro
Las modas, como todo en esta vida, vienen y van. Y en los 70, si un estilo cuajó por encima del resto sobre los céspedes de los mejores estadios del mundo, fue el de cabellos desperdigados, bigotes frondosísimos y patillas más largas que un día sin pan. Los madridistas nunca olvidarán las interminables patillas de Gunter Netzer ni el pelo afro de Breitner; igual que los atléticos siempre guardarán en su memoria la larga melena y bigote de Rubén Ayala; o los barcelonistas el mostacho de ‘Tarzán’ Migueli.
4. No a la publicidad
Todo cambió en 1973, cuando el Eintracht Braunschweig decidió incorporar el logotipo de una marca en el torso de los futbolistas del equipo. La gran mayoría de los grandes clubes del continente, resilientes en su idea de mantener limpia su camiseta hasta que la mercadotecnia les empujó a ensuciarlas, esperaron hasta la siguiente década para empezar a llenar sus bolsillos estampando anuncios en el pecho. En los 70, por suerte, las camisetas lisas seguían imperando en el deporte rey.
5. Gradas de pie
Todos sentados, enumerados en sus butacas, sin excesivo ruido, incluso, no vaya a ser que alguien se disguste por los berridos del de al lado. Cómo ha cambiado la historia. ¿Recuerdan aquellos tiempos de hinchas dejándose la garganta por su equipo sin importarle en absoluto cómo hacerlo? 90 minutos de pie, incansables, insaciables, con el único objetivo de disfrutar del espectáculo y darle un empujón al equipo para llevarse la victoria.
6. Patadas sin quejas, exageraciones ni teatrillos
Lo que hoy significa una cartulina roja que envía al infractor directo a las duchas, antes era un mero aviso de lo que iba a suceder en los siguientes 90 minutos en el campo, una caricia de un defensor gruñón y despiadado que marcaba territorio para que el delantero de turno supiera dónde se había metido. ¿Qué pasaba tras una dura entrada? Nada. Absolutamente nada. Ni un grito ni una queja ni cien mil vueltas por el pasto de nadie retorciéndose por el dolor. Décadas atrás todo era más sencillo. Si uno le daba al otro, este se apuntaba la matrícula para ponerle en su sitio. Después del partido, un saludo y hasta la próxima; lo que pasaba en el césped se quedaba en el césped.
Las modas, como todo en esta vida, vienen y van. Y en los 70 fue el de cabellos desperdigados, bigotes frondosísimos y patillas más largas que un día sin pan.
7. Celebraciones sencillas
Un salto tímido, un puño al aire y de vuelta para tu campo. Así de simple era antes celebrar un gol. Nada de besos a la cámara, volteretas, rituales interminables ni otras historias con confeti, bailes corales o celebraciones excesivas por el estilo. Todo era más sencillo, más puro, más auténtico. Cuatro abrazos, un choque de manos y a por el siguiente gol. ¿Dónde quedó la pureza del disfrute del gol por el simple hecho de meterlo y no por lo que sucedería justo después de aquel momento?
8. Balones en blanco y negro
Ni amarillo ni rojo ni azul ni nada por el estilo. En el fútbol de antaño la paleta cromática de los balones estaba reservada única y exclusivamente para dos colores: el blanco y el negro. Tan simple, tan sencillo. No había debates sobre si este era más ligero que el otro, si con los disparos el balón cogía direcciones inesperadas o si se agarraba más o menos a las boas de los futbolistas. La nostalgia aún nos recorre por dentro cuando vemos imágenes de aquellos Adidas Telstar de México’70 y Alemania’74; o, también, del Adidas Tango con el que Mario Alberto Kempes conquistó el mundo en el 78.
9. Las pintas
Mucho han cambiado los uniformes del fútbol desde los 70 hasta la actualidad. Las camisetas por fuera, la obligatoriedad de cubrir las piernas con espinilleras, la prohibición de collares u otros complementos marcan ahora la línea de los futbolistas al saltar al césped. En comparación con tiempos pasados, la historia ha mutado a los protagonistas del juego en fotocopias entre sí, mientras en los 70 las apariencias eran muy diferentes: unos con las medias por los tobillos, otros por las rodillas, pantalones tremendamente cortos… Fútbol de otros tiempos.
10. El Fútbol
¿Por qué hemos dejado de amar el fútbol como antaño? Ya no hablamos del juego, de lo que sucede sobre el césped. Hace mucho, muchísimo tiempo, que aquello pasó a mejor vida. Ahora, cuando se conversa sobre ‘fútbol’, se discuten decisiones arbitrales, se plantean nuevas normas, leyes, competiciones, se polemiza con alguna acción del conjunto rival sin otro objetivo que no sea el de desestabilizar. Da igual si en casa, en el bar, en la televisión o en los diarios deportivos, hace excesivo tiempo que olvidamos por qué salíamos a la calle de pequeños a patear un balón.